lunes, 20 de abril de 2015

Yo, producto.

Yo, el tupper.

Me encomendaron la tarea de convertirme en producto por 24hs. Tenía que ser algo que me acompañara durante todo el día. Al principio pensé en ocupar el rol de una lapicera, esa que siempre llevo enroscada entre los anillos del cuaderno, pero entonces me acordé. Me acordé de mi amigo fiel e inseparable, ese que me ahorra muchísima plata en comida, que se banca el frío y el calor, que entra en la cartera o la mochila porque es sumamente transportable, que no deja que nada se escape aunque vaya de cabeza porque es super hermético, y que sobretodas las cosas: me agasaja con comida casera para cortar un poco con toda la rutina laboral.

Con ustedes: mi tupper




















(Aplausos)


Mi rutina es así:



Cuando no estoy en uso (generalmente los sábados), me guarda destapado (para que no junte olor) y en la alacena dentro de alguna ensaladera. Esta alacena no tiene puertas ya que todo lo que está en estos estantes es de uso cotidiano y resulta más práctico en el día a día. Además manipularme es bastante fácil, puede hacerse con una mano o las dos, y no requiero que me muevan en una posición específica.






















El domingo suelen sacarme para armar la vianda del lunes con alguna de las sobras del día. Esta vez, empanadas. La porción que puedo contener es suficiente para una persona de buen comer. Según indica la leyenda en mi parte inferior, tengo una capacidad de 710ml y soy apto para lavavajillas, microondas y freezer.









































Mi tapa posee 4 trabas de seguridad. Al bajarlas, la goma roja que bordea mi tapa hace presión sobre el borde de mi contenedor, dejándome cerrado herméticamente.



Una vez con tapa, voy a la heladera hasta el día siguiente cuando sea la hora de salir.



Habiendo pasado toda la noche a oscuras (y un poco frío), me sacan para meterme en la bolsa, acompañado de un par de cubiertos envueltos en papel para que no la rompan. De ahí, directo a la mochila. Plena oscuridad otra vez, pero por lo menos está un poco más templado.




En la mochila paso aproximadamente 40 minutos: un par de cuadras caminando donde me sacudo bastante, subte (hoy safé, a veces voy muy apretado, pero siempre en el piso), otras cuadras a pie (para terminar el samba) y cuando llega al trabajo, de nuevo a la heladera.







































En el horario del almuerzo me llega el momento del sauna: se viene el microondas. Debo calentarme sin tapa (en la misma poseo una leyenda que lo indica). De cualquier forma, a mi generalmente me calientan por separado: primero la tapa con una porción de comida y después el contenedor con el resto, para que no se enfríe. A veces me calientan solo la tapa, como cuando llevo milanesa con ensalada: calientan sobre ella la milanesa y dejan la ensalada en mi contenedor. Resulta bastante práctico.


































Y como siempre, mi tapa funciona de plato (a pesar de los rayones, que por suerte no son muchos).




















Después de comer me depositan en la pileta y me lavan, teniendo especial cuidado en limpiar la ranura de mi tapa, que suele ensuciarse bastante y es un poco inaccesible.







































Después de un poco de espuma y agua, me secan y me vuelven a meter en la bolsa con los cubiertos, también limpios.





























Como ya no tengo comida, voy camino a la mochila. A veces me descuidan un poco y me caigo al piso, pero afortunadamente soy de plástico y no me rompo. Por lo que veo, hay un cuaderno A3, seguro hoy toca diseño. Me esperan unas cuantas horas para que vuelvan a ponerme comida y pueda dormir en la heladera.

































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